jueves, 9 de agosto de 2007

Ruleta rusa

Vivir es jugar a la ruleta rusa. No importa lo grande que sea el tambor, al final saldrá la bala y tus sesos se desparramaran por las paredes. También hay algunas de fogueo, pequeños sustos que sirven para recordarnos que estamos aquí por tiempo limitado, que no somos invulnerables y que al final solo seremos materia orgánica, de la que tomaran su sustento otras criaturas tan mortales como nosotros.

Pero, aun sabiendo que al final a todos nos toca, no es de lógica añadir mas balas a un tambor ya cargado. Por eso cuando alguien me cuenta como algún unineurónico se ha estampado con un coche a doscientos, solo me preocupa que no le haya pasado nada a nadie que no lo mereciera.

Vivimos rodeados de desgracias ajenas, todos los días vemos en la tele catástrofes y desgracias y cada vez que salimos a la calle alguien nos cuenta otra, quizá mas pequeña y no merecedora de primera plana, pero desgracia a fin de cuentas. Es prácticamente imposible no verse asaltado por ellas. Aun así, los gordos y adocenados miembros de nuestra sociedad, viven como si fueran inmortales. Para la mayoría de nuestros conciudadanos las desgracias son algo que viven en tercera persona; no son capaces de relacionar las desgracias que ven en el telediario y escuchan en la calle con algo que les pueda pasar a ellos. Así que, cuando al final sale la bala y se lleva por delante a algo o a alguien que aman, piden explicaciones y buscan culpables.

- No es justo- exclama nuestro gordo y aburrido televidente- Esto no me puede pasar a mí.

Supongo que sería lo mismo que diría nuestro conciudadano el día que le toque la bala directamente en la sien, y un cáncer, un infarto o una pared que se acerca a doscientos por hora lo lleven, indignado, al infierno. Y el caso es que “eso” nos puede pasar a todos. Y nos va a pasar.

No hay nadie a quien reclamar por una injusticia, la vida es así de perra y todo nos puede pasar. Cualquier cosa que amemos puede desaparecer; durante mi corta vida he visto desaparecer bosques, caer montañas y acantilados, incluso he visto estremecido como caían dos rascacielos con parte de sus ocupantes dentro en una tarde eterna. Si hasta los accidentes geográficos y las mayores construcciones pueden desaparecer de un día para otro, que no nos podrá pasar a nosotros, frágiles bolsas de líquidos.

La idea de que tenemos derechos, de que la desgracia no puede tocarnos por que somos especiales, es absurda. La tapa de alcantarilla abierta, la maceta que cae de una terraza, el infarto, el cáncer, el sida, la bomba del grupo terrorista, el chorizo de navaja fácil o el capullo del coche a doscientos nos esperan a la vuelta de la siguiente esquina y nada de esto entiende de derechos

Solo nacemos con dos derechos, el derecho a defender nuestra vida y el derecho a disfrutarla lo mejor que podamos. Lo demás son milongas camperas.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Es como se piense en estas cosas viviría en una tensión imposible, Por eso todos pensamos que somos inmortales. Nadie piensa en serio que va a morir.

Creu dijo...

A mi no me resulta triste o molesto saber que no soy inmortal. De hecho me resulta muy estimulante... odiaría pensar que no me juego el cuello cuando lo hago.

BarakKhazad dijo...

El Principio de Incertidumbre de Heisenberg es realmente (y aunque no lo parezca) una de las tesis más divertidas que han producido los humanos.
Lo del Destino y todo eso está muy bien para Disney, pero en la vida real sería un absoluto coñazo.
Es estimulante, sí, salir a la calle sin saber qué vendrá a continuación. Aunque, cierto es, la suerte, el azar, y la serendipidad, juegan en el mismo bando, pero no son primos hermanos.
Una cosa es dejarse llevar, y otra trabajárselo...

El otro día leí una necrológica en el Pais de un tipo que al parecer había jugado seis veces a la ruleta rusa... y sobrevivido, claro. Murió de cáncer...

en fin, es lo que hay.
la vida es así, llena de luz llena de color, una flor que se abre, en el centro de tu corazón.
hasta que acaba, y deja de ser así.

saludos.

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